…1.-Se nos fue otro maestro. Descubrí a Manuel Alcántara a través de José Luis Garci y comprendí enseguida que cualquier aficionado a los blogs, artículos y cuadernillos tenía mucho que aprender en él. Miles de columnas en su comunión diaria con la escritura. Pero dejemos que hable Garci, porque la cosa venía de unas lecturas sobre boxeo, viejo arte en el cual ambos eran profesores. Así, comentando la obra de Pierce Egan (autor de Boxiana y fino historiador, a partir de este deporte, del siglo XVIII inglés) dice en torno a Alcántara:
“Lo que recoge Manolo en sus textos, igual que Egan, o Balzac, es el runrún de la vida. Como ellos, y a lo largo de sus veinte mil artículos, que no se dice pronto, Alcántara “jamás” ha querido tener razón, eso a lo que casi todo el mundo aspira. Todo lo contrario, lo que sí nos transmite Manuel, igual que los verdaderamente grandes, son su dudas. De ahí que su estilo, su “clima”, recuerde la conversación de una persona amena, educada, brillante y culta. Por si fuera poco, Alcántara siempre tuvo clarísimo que “la columna” es “una” idea. Solo una. “No cuentes todo, guárdalo para otro día”. He sido testigo muchas veces de este consejo que suele dar el maestro a los jóvenes aspirantes a escritores. Una idea y punto. La vieja y querida concreción que evita tantas indigestiones.”[1]
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…2.-Me llamó la atención, también, el Alcántara poeta, e incluso pergeñé algún poema a partir de él y lo redacté –aunque en catalán- a su manera. Pero, como ya dije, lo traigo aquí por su renombre en el viejo y humilde oficio del artículo diario. Entraba en él –por supuesto- la vida política y económica, pero se abría a muchísimas cosas más, desde sus abundantísimas lecturas y su intuición literaria (era un poeta de primerísimo nivel). Ha anotado uno de estos días Julio Valdeón que el artículo de Alcántara superaba la necesidad de un tema, el trampantojo de la grandilocuencia.
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…3.-Alcántara es ya un patrón de todos los que querrían simplemente escribir a diario, con la esperanza de que el articulillo muera sin ser intrascendente, aunque sabiendo a la perfección que se trata de un género perecedero, como un insecto de corta vida. Entre los columnistas jurídicos que conozco, quizá Chaves viene acercándose últimamente a esa línea (recuerdo aquel prodigioso día en que decidió que, pese al título, no iba a tratar de la nueva y fatigante Ley de contratos del sector público, por ciertas razones que aclaró de inmediato). Se refería a todo esto con mucha gracia don Manuel Alcántara en una interesante entrevista publicada en la revista Leer, al comentar las razones por las cuales no escribiría sus memorias:
“Sobre todo, que a mí me gusta trabajar lo justo. Yo he escrito muchos artículos pero muchas veces me he definido como un trabajador fatigable, que es todo lo contrario de lo que dicen de mucha gente, como de Galdós, su ingente labor. Yo hubiera preferido ser, no ya Monterroso, pero sí Juan Rulfo, por ejemplo, que escribe sólo dos libritos muy cortos. Siempre he hecho cosas que pueda empezar y acabar en el mismo día, un poema, un soneto, un artículo. Ignacio Aldecoa, que fue muy amigo mío, me decía que la primera cualidad para ser un novelista es tener culo, o sea que hay que sentarse muchas horas todos los días y tener un programa. Eso a mí me horroriza.“
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[1] José Luis Garci, Campo del Gas, 2016.